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    Dondequiera que vague el día, de Ada Soriano: la belleza de la elevación

    Dondequiera que vague el día, de Ada Soriano: la belleza de la elevación

    En una buena parte de los poemas, lo que acontece, lejos de las inmediatas vicisitudes, es el dinámico marco del día. La poesía es la herramienta que suspende lo excelso sobre la pertinacia de lo plomizo, la certificación de una naturaleza ingente pero asumible, con sus ritmos sosegados, indiferentes a cualquier pensamiento que no sea la remota idea de su inicio. Los versos se instalan en ese tranquilo dominio. Es un devoto ejercicio de observación en el que el foco se demora en el tránsito de la luz, en su cíclico periplo; en esa luz que es anunciada inconstancia: “Luz que se aleja / y me compensa con harapos, / identidad fragmentada. / Luz que me asiste y me vence/ y me deja al amparo/ de una sombra, / mi sombra”.