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    En el oleaje de la luz y la sombra: Vanitas

    En el oleaje de la luz y la sombra: Vanitas

    Por Mateo Marco Amorós

    Precedido de La tierra y el cielo y Donde arraiga destierro, Vanitas es el poemario con el que José Manuel Ramón ha cerrado su trilogía de la reencarnación. En la dedicatoria particular que me escribe proclama la necesidad de lo espiritual y… Y todo el libro –o casi todo– es un canto espiritual. Casi todo porque salvo los dos últimos poemas, «Un deseo compartido» y «Carta desde el viejo mundo», rezuma lo incorpóreo.

    Los cuatro apartados principales en los que se divide el poemario redundan sobre nuestro ser inmaterial, trascendiéndolo. El primero, «Memento mori», apela a nuestra mortalidad para que despojados de vanidades nos centremos en lo mollar, desembarazándonos de lo carnal. El propio título del libro, Vanitas, como la cita preambular Vanitas vanitatum et omnia vanitas extraída del Eclesiastés, capítulo uno, versículo dos, denuncian lo superfluo: Vanidad de vanidades, todo es vanidad. El segundo, «Samsara», es término sánscrito para referir el ciclo de nacimiento, vida, muerte y reencarnación presupuesto en algunas creencias afirmadas en los versos. El tercero, «Trances», describe experiencias paranormales. El cuarto, «La voz inerte», resulta un capítulo hermosísimo dedicado a la madre, voz muerta o… voz desencarnada. Mejor así. De hecho, el poeta –»con cada vez más amor»– ha dedicado el libro, por un lado a Paqui, «compañera en aprendizajes de vida»; por otro a su madre, «de vuelta a lo invisible». Y si de vuelta… Es retorno.

    No me queda lejano el runrún que inspira los versos de José Manuel Ramón en Vanitas. Versos rotos, quebrados en quebradas. Por circunstancias que no vienen al caso estoy familiarizado con la literatura espirita y parapsicológica.

    Al respecto me importa decir que desde mi formación cristiana siempre me ha resultado paradoja el que mientras yo creo –o quiero creer– para tras la muerte poder seguir siendo eternamente, otras creencias consideran la salvación en el dejar de ser, abandonando la cadena de reencarnaciones, más o menos ardua dependiendo del karma. De cualquier forma, como dice José Manuel Ramón: «ruda nao / la condición humana / que a traína descubre posibles / tan versada en endémico / letargo». Y sí, «liberémonos de lo innecesario».