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    Ada Soriano entrevista a la poetisa Carmen Díaz Margarit

    Ada Soriano entrevista a la poetisa Carmen Díaz Margarit

    Carmen Díaz Margarit: «Disfrutar de cualquier arte es una forma de lectura, porque interpreto el mundo a través de la palabra»

    / una entrevista de Ada Soriano /

      

    Escribió César Vallejo en su célebre poema «Los heraldos negros»: «Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!». Golpes que nos hacen reflexionar cuando se ha leído, con el respeto y la atención que merece, El sueño de la salamandra, Libro I (Ars Poetica), de Carmen Díaz Margarit (París, 1961).

    Poeta, crítica y doctora en filología hispánica por la UCM, Díaz Margarit concibió su obra poética como un cuadrivio de los elementos naturales: a la tierra, la gacela; al mar, la sirena; al cielo, la alondra; y al fuego, la salamandra. Ah, la salamandra, la que apaga el fuego malo y aviva el bueno, y que según Heráclito es agente de transformación. Lean si no estos versos de nuestra poeta: «Entonces Dios me elevó con sus alas desde el mismo fuego/ y me convirtió en suave salamandra/ que cortan y sigue caminando».

    Carmen —que es verso y poema—, con buen dominio del lenguaje y una sensibilidad a flor de piel, logra conmover al lector con los poemas que componen este sueño. Hablo de una poesía escrita con coraje y talento: «La boda de una niña de seis años/ no es nunca un asunto infantil. Es la ruleta cruel que giran los mayores/ para abolir la inocencia de la alondra, ardid de silencio infinito».

    Y este sueño del que os hablo tiene continuidad. Siento en El sueño de la salamandra, Libro II, como si el cielo se abriese y una lluvia caudalosa limpiase todas las impurezas porque: «Si de verdad creyeses en la lluvia/ no huirías de la rosa con escarcha […]».

    Juan Carlos Mestre, Pilar Castro, Juan Cobo Wilkins, Ilia Galán, Beatriz Hernanz, María Antonia Ortega, Encarnación Pisonero y Octavio Uña corroboran, con reseñas sucintas, el quehacer poético de una mujer que cocina a fuego lento.

    Carmen, ¿cómo surgió el Libro I de El sueño de la salamandra?

    El Libro I de El sueño de la salamandra es una respuesta lírica a Los niños amargo caramelo de Encarnación Pisonero. Conectó con mi yo poético visceralmente. Al principio fue bellísimo. Regresó a mí la niña que empezó a escribir poemas a oscuras, en el silencioso secreto de la noche. Podría haberme inspirado en cualquier otro, pero fue éste. El libro de la salamandra es también una continuación de mi propia obra. En Orlando o el desconcierto de las alondras ya anticipaba la denuncia de la perversidad humana, que en realidad ha sido un tema constante en mi creación, desde Gacelas de la selva alucinada.

    Recuerdo que me comentaste que el poemario te resultó un tanto extraño. ¿Por qué?

    Porque nació de la necesidad de narrar la historia infame, como diría Borges, de la humanidad y la infancia en una especie de prosa poética, donde la estética ya no era prioritaria. «Se acabó el tiempo de las palabras bonitas», escribió Mestre. En El sueño de la salamandra estreno un lenguaje poético a penas sin adornos, desnudo. Para que se entienda. Para que alumbre la luz de la lámpara maravillosa de Valle-Inclán.

    Me resultó extraño también porque me parecía que no era yo quien escribía. Una fuerza inconsciente redactaba los poemas. Una rara combinación entre conocimiento e intuición, imaginación y razón.

    El ritmo cadencioso que invade las tres secciones en que se divide este Sueño cobra fuerza en el poema epilogal. ¿Quizá tiene que ver con «el fuego mágico de los aurigas»?

    Sí, al final es el despertar de la salamandra. Después de exponer y aceptar una realidad milenaria, el epílogo increpa y denuncia. Con una fuerza mágica, la de los aurigas, que transforma la desolación en amor, en vida. La que vuelve a la esencia del ser, la capacidad de nombrar, la poesía.

    La primera sección se nutre de poemas que nos llevan a diferentes ciudades y países, a distintas culturas, y se atienen a un orden cronológico. ¿Cuál es el propósito?

    El orden cronológico me pareció el natural. El propósito es expresar que la acción, el abuso de la infancia o la mujer, se sucede en la historia de la humanidad sin cesar. La elección de los países es arbitraria. Las historias son inventadas. Los personajes me los encontré en multitud de lecturas, desde Sabiduría china a libros de literatura rusa o mitología nórdica. A veces un antihéroe lo cambio de su escenario, transformo su identidad. La acción que acontece en los siglos XX y XXI es a veces el retazo de un telediario. Muchos personajes son reales, a veces hasta la acción poética está basada en la realidad. Pero todo es arbitrario, producto del azar, de la intuición poética. Su único fin es la toma de consciencia de lo que la humanidad ha sido capaz de hacer en su larguísima historia. La pederastia o la lucha mantenida por la mujer durante siglos para ser reconocida y respetada no es ninguna novedad.

    Escribes sin tapujos sobre un tema tan doloroso como es el abuso infantil ¿Podrías definir tu sufrimiento durante la gestación de esta obra?

    Es una obra de ficción y de denuncia de una realidad que asola a toda la humanidad. Solo nos queda la utopía de que el futuro nos depare un mundo mejor, lleno de amor, libertad, justicia, paz. De igualdad. En El sueño de la salamandra, la denuncia va de lo universal a lo individual. No sufrí cuando lo escribí. Es la realidad o las personas las que te hacen sufrir, no la poesía. Nació de la inspiración y la nostalgia onírica de la infancia, del dolor y la vida.

    «¿Cuánta lucidez cuesta un poema, cuánta locura?».

    ¿Merece la pena perder la dignidad y la libertad que escoltan la locura por escribir un poema? Si un creador es inestable, el arte puede producirle más desequilibrio, pero es un tópico pensar que para ser un gran artista haya que estar desquiciado. Aunque por supuesto existen casos como Van Gogh, Pessoa, Hölderlin, Leopoldo María Panero… Sensato, vacilante o frágil es libre el artista que persigue cada una de sus obras.

    Me sorprendí al leer estos versos en voz de una niña que apenas tiene casi dos años: «Soy consciente de ser yo la única/ que sueña con este infierno». La salamandra es un animal femenino. ¿Niña y salamandra?

    Sí, la niña que protagoniza la segunda parte simboliza a todas las niñas, lo genuino de la femineidad. La niña se transforma en salamandra Las metamorfosis de Ovidio— que atraviesa el fuego. Pero no se quema. Gracias al amor y la magia vuelve a la cordura y a la vida. Aunque, según Rimbaud, sea una vida que es la farsa que todos debemos representar.

    Dices en el introito que quieres «una palabra que construya arrecifes de esperanza». ¿El Libro II de El sueño de la salamandra salva y complementa al primero?: «(…) Porque puedo contarte/ aunque sea serpiente ante la rosa/ que vivo de este amor y con su hechizo».

    Sí, el principio de la esperanza de Ernst Bloch. El Libro II complementa al I, lo redime. La historia infame de la infancia de la primera parte se sublima en la segunda gracias al amor. Porque fue el amor el que transformó la salamandra y la llevó a la luz. Toda la tragedia se sublima y se salva en el objeto amado, como escribió Ilia Galán: «Salve el amor y la poesía el mundo más allá de los abismos».

    «¿Cada día hay más Orlandos?».

    Sí, elOrlando de Virginia Woolf, el libro en que se inspiró mi Orlando o el desconcierto de las alondras. Orlando es un alter ego como la salamandra. Y los Orlandos que surgen son las criaturas que abren su mirada y tienen la necesidad de denunciar lo innombrable.

    ¿A qué edad comenzaste a leer, es decir, a soñar? ¿Todavía te sientes acompañada por tus primeras lecturas?

    Nací con una inmensa capacidad para soñar despierta, para salir de la realidad. De niña era fácil entrar y salir de la ensoñación. Una tía mía dice que a los dos años ya contaba cuentos. Antes de saber leer, mi madre ya nos leía poesía de Juan Ramón Jiménez, Bécquer o Espronceda. Cuando tenía cuatro años y medio, empezamos a visitar museos los domingos por la mañana, sobre todo el del Prado. El Saturno de Goya me impactó mucho. Tuve pesadillas durante muchísimo tiempo. Ahora estoy trabajando en poemas basados en su obra y por supuesto he escrito uno sobre el cuadro de Saturno: «Devoras este cuerpo, este hijo,/ con ansia y delirio/ como si fuese el tiempo». El primer cuento que escribí se basó en la película de Chitty Chitty Bang Bang. También íbamos al cine todas las semanas. Mis primeras lecturas me acompañan siempre. Para mí, disfrutar de cualquier arte es una forma de lectura, porque interpreto el mundo a través de la palabra. A los diez años empecé a escribir poesía. Todas las artes y la naturaleza —incluso la humana— en cualquiera de sus formas me han conmovido desde que me alcanza la memoria. Desde ese estremecimiento y la ensoñación me he relacionado con la vida humana, la vuestra.