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    José Méndez desde la claridad del día

    José Méndez desde la claridad del día

    Ver libroEl otro día en la mesa de novedades de una librería de Malasaña encontré un flamante poemario suyo, titulado “Desde la claridad del día”. Allí mismo lo estuve leyendo. Me pareció que es lo mejor que ha escrito, lo más potente y claro. Como conservo su número de teléfono le llamé, quedamos y estuvimos charlando sobre el libro.

    Son poemas centrados en su infancia. Méndez vivió hasta los doce años en una aldea asturiana que tenía “en la época mejor” 31 habitantes.

    --En broma suelo decir que he vivido en el siglo XVII. La región entonces no tenía carreteras, los movimientos más lejanos se hacían a caballo, lo demás era caminando. Para ir a la escuela hacía unos doce kilómetros a pie, subiendo valle, bajando valle, con frío o con calor. Si había demasiada nieve te quedabas en casa. Las compras no existían. Era un mundo que se autoabastecía, que subsistía de lo que plantábamos en la tierra, los animales que criábamos y punto. Se vendía algún ternero, algún cochinillo al año que daba para comprar… yo qué sé, unos pantalones o algo así…

    “En su pecho, un bosque / de hayas y abedules / al que siempre regresa”. Desde la claridad del día, o sea desde la distancia, es desde donde uno puede volver a pensar su propia experiencia, según sentencia de Walter Benjamin que señala el camino al regreso de Pepe Méndez a la publicación de poesía después de quince años en que ha estado, dice, abducido por las obligaciones laborales, para centrarse, en lo más íntimo, en el territorio donde sucede todo por primera y definitiva vez.

    “Desde la claridad del día” es un libro lleno de personajes, “algunos explícitos y otros anclados en mi memoria y en mi cariño”, dice, observados con una mirada lejana de reojo a los epitafios de Edgar Lee Masters en “Antología de Spoon River”. Así por ejemplo un poema sobre la muerte de un personaje titulado (el poema) “Silenciosa venganza”, que dice: “Tomarán silenciosa venganza de que haya existido, / puesto distancia, gobernado el agua, / arrancado sus hierbas vecinas. Estos seres. / Quedará en ellos una huella de mí, / de haber sido tocado por la altivez, / la soledad, / la locura de un árbol.