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    Ortega y Gasset y Antonio Machado

    Ortega y Gasset y Antonio Machado

    Por interesarme la relación entre uno y otro, nunca estudiada hasta ahora, y las personalidades de uno y otro, este libro de Pedro Menchén me sedujo desde los primeros capítulos. Apunta el autor en el prólogo que si no se ha tratado esa relación habrá sido quizá porque «nadie pensó que podría ser interesante la relación entre dos personas tan dispares, tan alejadas entre sí, humana e ideológicamente, o incluso que pudiera haber material suficiente para construir un libro con los elementos de su relación. Y sin embargo, lo hay, abundante incluso, y también sobre la intrahistoria de cada uno de ellos». Sorprenden en este sentido algunas de las noticias que nos llegan sobre la personalidad de don José y don Antonio. En la primera parte el autor indaga en la relación personal y literaria de ambos personajes y analiza, de manera exhaustiva y rigurosa, las posibles afinidades o divergencias entre el poeta y el pensador en el orden filosófico, ideológico o simplemente humano, además de los factores que pudieron influir en la relación entre ambos. En la segunda parte explora otros asuntos, tales como el entorno social y familiar de cada uno de ellos, sus experiencias amorosas, sus creencias religiosas, sus diferentes actitudes respecto de la Guerra Civil y lo que el autor ha dado en llamar sus zonas oscuras (aspectos polémicos o no muy conocidos sobre sus vidas). Finalmente, en la tercera parte, nos presenta un bosquejo biográfico de cada uno de ellos, tan breve como conciso, aunque sin llegar a ser una mera cronología, lo que le permitirá al lector hacerse un retrato socio-psicológico o histórico-antropológico de cada personaje y confrontarlo con el otro. No hay duda de que Ortega apreciaba a Machado más que a ningún otro poeta de su generación. Machado, por su parte, también admiraba al filósofo. Sin embargo, a partir de la publicación de La rebelión de las masas, cuya tesis contradecía los principios más elementales de quien se calificaba a sí mismo como un «demófilo incorregible», el poeta comenzó a criticarle y a discrepar de sus ideas.