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    Reseña de Paulina Fernández Fiscella sobre LA SOLEDAD TRAS EL RUIDO DE FONDO, de Alejandro López Pomares

    Reseña de Paulina Fernández Fiscella sobre LA SOLEDAD TRAS EL RUIDO DE FONDO, de Alejandro López Pomares

    «La soledad tras el ruido de fondo» (Ars Poetica, 2019) es el primer poemario del escritor español Alejandro López Pomares (1983). El sujeto lírico presente en esta obra, que podemos considerar el alter ego del autor, describe su trayecto vital íntimo, un recorrido inicial que va más allá de lo perceptible y alcanza el corazón mismo de todo lo real, en esa aventura siempre misteriosa que implica existir.

    Además del intimismo, destaca la intensidad de las imágenes, recurso que permite explorar a través de los sentidos el devenir de este yo escindido, lleno de contradicciones, de dudas como de certezas. El espacio recorrido y las sensaciones que despierta evidencian que hay algo más allá de la quietud y serenidad de la noche, son los ecos de fondo, rumores violentos, inquietantes. El personaje particular que encarna el yo está marcado por una hipersensibilidad: fragmentado, subsiste en lo cotidiano, lo atraviesan la pérdida, la soledad, la muerte, el tiempo, lo metafísico. De esta manera, se desatan diversas luchas para este ser arrojado al mundo. Pero no se detiene en el ensimismamiento y la introspección, sino que expone una matriz comunicativa, interpelando al lector sobre estos grandes temas humanos. La complejidad de las preguntas sin respuestas; el caminar errante; el fraseo nervioso; la exploración sensorial y metafísica, y la conciencia del peso del mundo remiten a la poesía visionaria de Baudelaire y Rimbaud, al flâneur que deambula en una urbe que lo contiene y, a la vez, lo expulsa.

    La musicalidad es otro elemento central en este poemario, dado que lo vuelve un cuerpo verbal sonoro, con un ritmo marcado y la libertad que implica la puntuación no convencional, el verso libre, la alternancia de versos largos y cortos, la superposición de temas y fuerzas contrarias.

    El libro se abre y cierra con una oda y una coda, respectivamente, y está dividido en cuatro partes. Los distintos apartados contienen cuatro poemas que cierran y abren cada nuevo capítulo mediante composiciones numeradas llamadas “fugas”. La palabra “fuga” expresa tanto la idea de huida como el procedimiento musical. La oda representa el carácter de exaltación del poemario -exposición de sensaciones y sentimientos- y la coda es la recapitulación de todo lo sucedido. Así, se refuerza la estructura circular de la obra. Luego del viaje, que no fue otra cosa más que asumir el enorme valor de la búsqueda interna, nuestro personaje regresa a lo cotidiano buscando consuelo. Ha resuelto algunas incertidumbres, pero siempre habrá nuevas inquietudes que lo devuelvan a la perplejidad. Siempre habrá un vacío por contemplar, un espacio en blanco que deja la pérdida del objeto de su amor, también de los fragmentos que componen su ser.

    Una obra como «La soledad tras el ruido de fondo» necesita de un lector activo, atento a todas las imágenes y metáforas que componen el paisaje alucinatorio; que elija ir más allá de la superficie de lo tangible; que acompañe al yo lírico en su travesía íntima, identificado -o no- con él; un lector incisivo y crítico que discuta el lugar de la poesía, y que, sobre todo, confíe en el poder salvífico de la palabra.