Reseña del libro Vanitas de José Manuel Ramón

Podríamos lamentar que lo que se escribe en un poema no tenga consecuencias, que lo que el poeta conciba quede restringido en el espacio neto del texto y por lo tanto, no trascienda sino como trabajo intelectual. Pero el espacio de la lectura sublima el mero espacio textual y hace que la cadena de las significaciones se libere y se esparza por el espacio mayor de la imaginación del receptor. Lo que se escribe está presto a expandirse por cualquier imaginación en tanto alguien lo lea.
Este punto, esta observación es la que con cierta amargura, mezclada con ilusión, se agita en mí cada vez que me interno en un poemario reciente que acaba de conocer la edición.
Ante Vanitas, el último trabajo poético de mi amigo José Manuel Ramón, lo que quisiera experimentare es que mi lectura sea lo suficientemente generosa o dinámica para proteger y rescatar de todo confín lo que de un modo precioso se ha puesto por escrito y que es labor de un espíritu concreto: el de su persona.
El poemario de José Manuel Ramón destila un verbo de registros potentes al servicio no sólo de la poesía misma sino de un argumento complejo. Si la poesía está hoy invisibilizada por el predominio de los gustos sociales, al dedicarse, encima, a ilustrar temáticas elusivas o comprometidas de modo muy singular, puede correr el riesgo de mimetizarse todavía más.
La poesía puede entenderse como redención o como condena de un mundo cruzado de circunstancias indeseables. La poesía puede, pues, tanto protestar como denunciar.
Jose Manuel Ramón escribe este poemario que cierra un ciclo desde una adscripción ideológica esotérica y lo hace con un estilo plenamente maduro de su competencia verbal, lo que produce un pasaje continuo de brillantes ascendencias barrocas. No creo que el autor haya pensado un estilo en contra de otros ni que le haya importado cuestiones como las de la transparencia. Jose Manuel Ramón no puede ser más transparente. Escribe tal y como la densa materia que decide enfrentar y emprender se le presenta. En este punto, su originariedad le traiciona a ojos de lectores que puedan exigir argumentos de accesibilidad. Pero del mismo modo que quien decida disfrutar del cine de Bergman o Tarkovsky debe penetrar en un lenguaje específico para viajar por el film en cuestión, así la poesía expresa las cosas envueltas en las peculiaridades que las definen. Ya decía Barthes que exigir claridad en un texto era tan retórico como pedir oscuridades o barroquismos porque sí.
Yo defiendo la postura de mi amigo. Realizar un producto accesible significaría prescindir de tus excelencias propias para convertir tu creación en un producto de poesía estándar. José Manuel Ramón emplea, pues, un verso muy liberado al tiempo que denso, conceptualmente, para efectuar una acusación y también, elevarlo como ruego ante el mundo y su cerco de injusticias.
Esta peculiaridad me parece encomiable: ser exquisito en el lenguaje al tiempo que direccionar socialmente su poder expresivo. Me parece bien que nuestro poeta se arriesgue a ello, pues de este modo preserva la aventura de su experiencia.
De todos modos especifico que disfruto de estos poemas sabiendo que el mensaje acusador con el que su autor se compromete, haya que saber extraerlo a través de una lectura implicativa.
Con que el poeta defienda la poesía desde el poema ya ha defendido bastante territorio. Este sería el verdadero y último mensaje, pues la poesía ya es en sí todo un compromiso ante las órdenes de adocenamiento que nos rodean.